Viaje a Etiopía del Sur. Por Pilar Blasco.

Blog de viaje sur etiopia

En un cierto momento, mi amigo Xavi de Taranna, incansable conocedor y amante de Etiopía, me dijo que cómo era posible que hubiera viajado tantas veces a África y no conociera ese país…

Valle del Omo, Sur de Etiopía del 16 al 31 de octubre 2014.
El programa inicial era realmente prometedor y muy distinto a lo que ya conocía de África, así que me apunté a este viaje de prospección con gran ilusión.viaje-etiopia-grupo-90
El objetivo principal del viaje, era conocer de cerca las distintas tribus que habitan el Sur de Etiopía, deambular por los mercados locales e intentar adentrarse en los lugares en los que aún el turismo no ha hecho mella… todo ello se fue realizando de manera eficaz y a la vez asombrosa, por las circunstancias en las que nos encontrábamos a cada paso.
Tribus… Gamo, Male, Aris, Mursi, Bodi, Benna, Hamer, Nyangatom, Dassanech, Turkana, karo, Gugi… que decir de todas esas etnias; su particular modo de “vestir” y adornarse, sus costumbres y sus ritos ancestrales hacen que cada una de ellas, sea única e impactante.
Habíamos comentado el “modus operandi” de los Mursi en su territorio, pero todas las recomendaciones resultaron minias. Un constante movimiento de gestos, palabras ininteligibles, pellizcos, pequeños empujones, alteraban el momento y se creaba una atmósfera de cierto nerviosismo… deambulando de aquí para allí, buscando un instante de reposo, decidí que en lugar de dejarme arrollar por esa marea de agitación devastadora, debía respirar profundamente y sólo cuando mi corazón se sintiese suficientemente fuerte para afrontar el momento, seguir adelante…
El hecho de caminar por su aldea, conociendo su manera de vivir y actuar, te hace reflexionar y a veces, te obliga a morder el polvo de la propia existencia…
Los Hamer y sus ritos de iniciación…
“El objetivo esencial de los ritos es lograr que el individuo sea apto para entrar en la vida adulta, iniciándolo, no sólo en las realidades fisiológicas, sino también en la vida social y del mundo. Realidades que no sólo debe conocer, sino también ser capaz de afrontar. Y puesto que esas realidades son duras, pesadas, a menudo angustiosas, incluso crueles, los ritos de iniciación deben ser todo eso.” Alassane Ndaw

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Una experiencia impresionante y que nos dejó a todos aturdidos.
El rito de iniciación de los jóvenes hamer es impactante en todo el proceso… las mujeres de la familia del joven en cuestión con sus danzas, el sonido metálico y agudo de las pequeñas trompetillas, el golpeo incesante y fuerte de los pies desnudos en el suelo, crean un ambiente de irrealidad que va in crescendo hasta culminar con los “latigadores” dejando sus huellas en las espaldas de las aguerridas mujeres que se untan con mantequilla para minimizar los efectos de los golpes.
Cuando todo esto termina, todos se trasladan a un claro en el bosque, cerca del rio, donde se procede a la prueba final que debe superar el joven hamer.
Dicha prueba consiste en saltar 4 o 5 bueyes ( no sé de qué depende!) sin tocar el suelo. Si cae, queda repudiado para siempre y no se podrá casar jamás.

La colocación de los bueyes, tiene “su miga”, pues naturalmente, no les apetece quedarse quietos y juntos mientras alguien salta por encima de ellos… los cogen por el rabo, los cuernos, la boca, hasta que lo consiguen.

Si el joven logra pasar la prueba, debe retirarse al bosque hasta que sus familiares le busquen la esposa adecuada… pueden pasar meses hasta que eso ocurra y lo vayan a buscar para casarlo con la “afortunada”.

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La asistencia a dicho ritual, provocó un interesante intercambio de opiniones…
“El ritual exige que dejemos hablar a nuestro corazón, puesto que la lógica de lo mental es un obstáculo para su éxito”. Sobonfu Somé

A veces, se produce un desdoblamiento entre aquello que permanece anclado en la cotidianidad y aquello que nos arrastra hacia el fondo de nosotros mismos…
¿Se puede obligar a otros a soportar sentimientos que no pueden experimentar…?
…quizás sólo quede cerrar los oídos al ruido y los ojos a las escenas inquietantes…

Los mercados, otro punto fuerte de este viaje. En esos lugares se puede tener constancia de cómo se desenvuelve la vida de todas esas personas que habitan el Sur de Etiopía.
La gente camina y camina desde lugares lejanos para acceder al mercado y poder vender alguna cosa. Por los caminos circundantes se pueden ver mujeres cargadas con fardos que ni los más valientes “farengis” podían levantar.

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En los mercados también sentimos “el acoso” de docenas de niños que nos seguían a todas partes y nos llamaban con cierta simpatía “farengis, farengis” (extranjeros).

El mercado nocturno de Saula, no lo pudimos disfrutar por la increíble expectación que provocamos. Nos seguían a todas partes, nos rodeaban y prácticamente no nos dejaban caminar. Realmente era muy bonito, ver por todas partes pequeñas velas iluminando las diversas mercancías expuestas en coloristas telas extendidas en el suelo.

En los diferentes mercados, podíamos distinguir a los Hamer, a los Benna, a los Karo por sus atuendos… fue muy interesante!!
Acampamos un par de días en Omorate junto al río Omo. El lugar no era de lo más idílico, pero el río y sus alrededores eran francamente bonitos. Se presentó la ocasión de cruzar el río en mocoros (embarcaciones hechas de troncos de árboles) y hacia allí fuimos unos cuantos expedicionarios. Mientras todos se internaban hacia el poblado arrastrando a mujeres y niños, me quedé sola… me gustó sentarme y escuchar la brisa sobre las hojas como si fuera un fluir que limpia mi mente… contemplar el atardecer, sintiendo la fusión envolvente del silencio… y sentir la eternidad en un instante… sentir esos momentos… en soledad, en compañía… fue uno de los momentos más bellos del viaje; mientras estaba sentada en una impresionante raíz de árbol al borde del río, apareció un niño de unos 4 años que se quedó observándome, no decía ni pedía nada, sólo miraba… y de pronto empezó a cantar muy bajito una maravillosa melodía… fue un momento mágico!!

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Muy al Sur, ya frontera con Kenia, nos acercamos al Lago Turkana.
Siempre me había fascinado ese Lago y era una gran ilusión poder observarlo. Desde el infinito silencio de los milenios, se percibía un incesante viento seco y caliente. La superficie del Lago era asombrosamente tranquila y parecía que nada podía alterar su naturaleza. Momentos robados al tiempo suspendidos en esa atmosfera casi irreal.

Los paisajes vírgenes, no exigen nada. En ellos cesa todo fingimiento, toda actuación… y el silencio descendió a mi alma en apacibles capas aflorando recuerdos de sueños pasados y aventuras perdidas…
Recorrimos bellos parajes prácticamente desconocidos; montañas, valles vírgenes y hondonadas misteriosas que no esperan nada y en su existencia armoniosa, que nunca juzga, se puede encontrar la propia identidad.
En el corazón de África encuentras espacios en medio de una naturaleza inalterada donde los ciclos vitales se suceden desde siglos inmemorables.

Silencio interior que te enfrenta a sentimientos y emociones. Sientes la belleza, la grandeza, sientes la bondad en el corazón de los que te acompañan, compartes vivencias únicas que quedarán en el recuerdo de una experiencia que deja huella y en un rincón de la memoria siempre estará la imagen y el sonido que hizo vibrar nuestro corazón.
Todos y cada uno tiene algo que aportar, de todos y de todo se aprende… creo que hay un camino que hay que andar individualmente, pero que todos estamos en él.

Con las personas que compartes esta maravillosa experiencia, se crea un vínculo especial… en estos parajes remotos aflora lo mejor de cada uno que fluye y circula libremente. Si somos capaces de percibirlo podremos captarlo y fijarlo en nuestro interior para así crecer un poco más. Dar y recibir… crecer… afianzar una amistad… ser capaz de comprender a los demás… a los que piensan como tú y a los que no…

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