Viajar a Etiopía y el sentido del oido (1). Por Xavier Gil

Viajar por Etiopía, representa estar atento a percibir todos esos sonidos que queriendo o sin querer, van penetrando dentro nuestro, a través de nuestros oídos, transformando en sensaciones, todo ese sin fin de distintos matices y percepciones, que al final darán forma a una parte importante, de nuestra experiencia por el Etiopía.

DEL ESCANDALO EN LAS CALLES DE ADDIS ABEBA, A LA PAZ DE LAS MISAS ORTODOXAS

Addis Abeba, durante la noche, es como un gran gigante recostado inmerso en un intenso sueño, durante el cual todo su entorno se encuentra exento de ruidos y sobresaltos.
Con las primeras luces, el gigante poco a poco se va desperezando, tomando consciencia de todo su entorno para dejar atrás la placidez de la noche por el ajetreo continuo, marcado por el ritmo frenético del quehacer diario.

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La ciudad se levanta murmullando y tomando consciencia de que un nuevo día comienza, los miles de vehículos arrancan su vuelo como pequeños insectos, que revolotean desplazándose de un lugar a otro sin demasiado ton ni son, el sonido ensordecedor de infinidad de motores en marcha, sin parar de funcionar durante todo el día, junto al resonar de cláxones y más cláxones, de todo tipos y estilos, los cuales suenan dispares ante cualquier situación que se les presenta por delante, como quejándose por entrometerse en medio de su camino.

La música tradicional de un reconocido cantante actual, como Teddy Afro, suena a través de enormes altavoces, a un nivel de volumen atronador, desde el interior de cualquiera de la infinidad de tiendas donde se venden los últimos hits musicales del momento.

Adentrarse en el bullicio de la Piazza, centro neurálgico de la capital, es adentrarse en un enorme caos acústico, un sin fin de sonidos irreconocibles, procedentes de cientos de lugares distintos, todos sonando al mismo instante, generan una sinfonía incompresible e imposible de identificar por el oído más fino.

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En pocos metros, pasamos del ruido ensordecedor a un silencio casi sepulcral. Acceder al interior de la céntrica catedral de la Santísima Trinidad en Addis Abeba, representa hacer un viaje al encuentro del silencio y la paz. Una robusta puerta de antigua madera nos da la bienvenida, con el agudo chirriar de sus vetustas bisagras, la penumbra acompaña al silencio, únicamente roto por nuestros propios pasos. Al fondo de la estancia, una suave voz, entona cánticos ininteligibles, repetitivos, un anciano monje, con una larga y espesa barba blanca, se encuentra cara a la pared, como si de un castigo escolar se tratase, entonando una oración en la desconocida y tradicional lengua Gee’z, un idioma muy antiguo, únicamente utilizado en celebraciones religiosas y en momentos de oración personal de los monjes ortodoxos en los distintos monasterios repartidos por todo el país.

 

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