Viajar a Etiopía. Sentidos a flor de piel. Por Xavier Gil

Etiopía es un país de grandes contrastes, en donde su pasado e historia son el punto de partida para poder conocer su cultura, sus costumbres y sus gentes que en su mayoría viven rodeadas de una extrema espiritualidad, gracias a sus creencias religiosas, en este caso basadas en el catolicismo ortodoxo copto.

Gentes afables, hospitalarias que siempre te reciben con lo mejor de ellos. Un saludo y una enorme sonrisa son lo primero que recibes de su parte, lo que hace que siempre te sientas bien aceptado, lo cual es de agradecer.

Vivencias variadas serán las que obtendrás visitando el sur del país, en donde el tiempo parece haberse parado, algo casi imposible de imaginar en este mundo donde las prisas y las presiones nos llevan a un sinvivir continuo.

Todo un cúmulo de sensaciones que son captadas de manera individual por cada uno de nuestros cinco sentidos, todos ellos a flor de piel, esperando ser obsequiados con más y más. Todo un mundo que se muestra ante nosotros para ser disfrutado en toda su intensidad.

VIAJAR A ETIOPIA Y EL SENTIDO DE LA VISTA

Etiopía se presenta ante nuestros ojos con todo su esplendor. Una gran explosión de colores y matices que se entremezclan para crear gamas cromáticas únicas que impregnan nuestro sentido visual y debemos estar siempre abiertos a dejarnos impregnar por ellos.

DEL VERDE EXUBERANTE DE LAS MONTAÑAS SIMIEN, A LA OSCURIDAD INTENSA DE LAS IGLESIAS DE LALIBELA

Un juego de grandes contrastes se produce en el norte del país, desde el exuberante verdor del montañoso paisaje de las montañas Simien en el norte. Nos hallamos ante un panorama surcado por innumerables caminos y senderos, como franjas que se redibujan de un color tierra rojizo, en medio de ese intenso verdor y con un cielo que nos envuelve como un gran manto de un azul intenso, roto por el dibujo desigual de grandes nubes que en la mayoría de los casos amenazan con las habituales tormentas.

viaje etiopia simien

El acceso repentino al interior de una de las innumerables iglesias en la ancestral población de Lalibela, nos lleva inicialmente hacia una oscuridad intensa, la cual se va rompiendo cuando nuestros ojos se van habituando a ella. Es en este momento cuando podemos valorar la sensación de sosiego y paz que transmiten estos sagrados recintos. Haces de luz, provenientes del exterior, penetran de manera contundente y muy concentrada en puntos del interior de estas iglesias, mostrándonos el relucir de las grandes cruces ortodoxas de plata, las cuales se mueven al mismo son que los monjes que las llevan. Otro punto de luz aparece como un gran foco que rompe en medio de la penumbra, centrando la atención en los estridentes colores de uno de los frescos pintados sobre la pared de la iglesia, pinturas religiosas de un alto carácter expresionista, realizadas con colores muy primarios, lo que les da un cromatismo muy impactante y una gran expresividad.

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