Esta ceremonia y los rituales que la acompañan determinan el paso del joven hamer a un estado de adulto. Un salto en la escala social que le permitirá contraer matrimonio (en general son pactos matrimoniales) y formar una família. Señalemos que el matrimonio hamer va unido, como en todos los demás pueblos del Omo, a la entrega de una fuerte dote a la familia de la muchacha escogida, dote negociable en caso de los hamer, lo que motiva que no haya una edad para el ukuli bula. Todo depende de la riqueza de la familia del aspirante, así como el número de hermanos. Éste es un ejemplo claro de cómo el sistema de edad sigue por dos caminos, el avance de la edad física unido a su grupo de edad y el avance en el sistema generacional marcado por el paso de ceremonias como el ukuli bula. El ukuli es el aspirante, una vez realizada la ceremonia será chercali y transcurridos ocho días será maz.
La ceremonia se realiza en pleno campo, en lugares planos y despejados de arbustos y a ella acude la familia, parientes y allegados al ukuli. En un número variable asisten a la cita los maz del poblado, es decir, aquellos que han realizado la ceremonia recientemente y aún no han formado familia. Adornados con plumas, collares brazaletes y con sus mejores prendas los maz se acercan al lugar provistos de largas, delgadas y flexibles ramas que les servirán de látigos. Las mujeres de la familia del ukuli, generalmente jóvenes, excepto la madre, lucen una gran profusión de adornos y el cabello y el cuerpo totalmente embadurnados con grasa. Al inicio forman grandes corros danzando y cantando en sentido circular mientras hacen sonar trompetas y pitos. Los cánticos, sean en grupo o aislados, ensalzan la figura del ukuli y de su familia. Los maz, con su manojo de látigos preparados, observan la danza sentados a la sombra.
Todo empieza cuando una de las muchachas del corro se sitúa frente a los maz y cantando, ensalza al ukuli declarando el gran cariño que le profesa y su deseo que el máz le marque con el látigo. Los maz van accediendo con reticencia ante las reiteradas demandas de las muchachas. El maz elige un látigo para que cause el mínimo dolor y la más limpia marca, por ello revisa y pasa sus manos por la parte final de la rama para detectar que no haya ninguna rugosidad o protuberancia. Al levantarse el maz, la muchacha lo sigue, situándose frente a él dando pequeños saltos al tiempo que levanta su mano derecha y con su izquierda hace sonar una trompeta o pito. Con acertada destreza el maz lanza su látigo para que su extremo golpee la espalda de la muchacha cuyo cuerpo untado de grasa hace que el látigo resbale y atenúe el dolor. Desde ese momento, las muchachas lucen sus marcas como prueba de su valor, entereza y capacidad de amor.
Sorprende ver las insistentes e incluso suplicantes demandas de las muchachas ante unos maz retraídos y sin querer golpearlas. Todo un mundo más allá de nuestras simples y dogmáticas valoraciones que se pierde en el universo hamer. Un universo fuera de nuestro alcance. Finalizada la impactante ceremonia, los maz participan del ritual de pintar sus rostros degustando café en grandes calabazas seccionadas por la mitad.
El comienzo del “salto sobre el ganado” se inicia agrupándolo y dando las mujeres continuas vueltas a su alrededor profiriendo gritos y cánticos. Al ukuli lo despojan de la ropa, una túnica envuelta a su cintura como una pequeña falda, en la que lleva insertado un palo, el boko, símbolo de su aspiración a adulto. Desnudo, lo cubren con una piel de oveja, que ha sido elaborada por un pariente próximo y que la devolverá cuando se case. El ukuli se sienta sobre una piel de buey extendida en el suelo y frente a él se sitúa un maz previamente elegido. Ambos inician un ritual secreto en el que los hombres velan por su intimidad formando un círculo a su alrededor. Toda una serie de correspondencias se establecen entre ambos muchachos, el ukuli y el maz, siguiendo las pausas que les van señalando los ancianos. Un haz de ocho látigos se reparte entre ellos; siete brazaletes de metal y uno de madera se intercambian; el maz pinta con carbón al ukuli…
Los maz forman una fila y tras el ritual se dirigen a las reses para con paciencia y destreza ir apiñándolas una al lado de la otra, juntando sus costados hasta formar una fila. Tradicionalmente eran ocho animales, pero hoy se realiza con cuatro o cinco, siendo siempre el primero una vaca, uongo garro. El ukuli totalmente desnudo ha de intentar saltar apoyando su primer pie sobre la vaca, para después recorrer los lomos de los bueyes sujetos por los maz. Los saltos se repiten las veces necesarias para que el ukuli logre su inestable travesía sin caerse. Tras el salto los asistentes forman amplias filas compactas y van avanzando rítmicamente mientras entonan sus cánticos. El ukuli ya ha pasado al estado cherkali. Durante cuatro días su cuerpo estará pintado de carbón, seguidos por cuatro días más untado de mantequilla, entonces será un maz y como adulto se podrá casar. La familia ya habrá elegido y pactado previamente quién será su mujer, aunque el maz se reserva su derecho a aceptarla o no. Si no está de acuerdo con la elección, la familia le buscará otra muchacha. Durante el tiempo que el maz permanece soltero sólo podrá tomar agua, carne, miel, leche y café luciendo su bello atuendo y sus expresivas pinturas faciales.