En mi reciente viaje a Etiopía, pude experimentar el reencuentro con Kenet, una mujer Hamer, que quedo marcada en mi recuerdo, desde que la primera vez que la conocí.
Seis años separan una imagen de la otra y hasta la camiseta (por casualidad) es la misma.
Con ella, había vivido un momento muy emotivo, en donde me di cuenta y así se lo transmito a muchos viajeros, que cuando dos personas quieren comunicarse y entenderse, el no hablar el mismo idioma no es un impedimento, y nosotros lo experimentamos, ella con su idioma y yo con el mío, nos enzarzamos en una relajada conversación en la que intentamos explicarnos nuestras vidas, durante más de 3 horas. ¡Fantástico momento!
Me presente durante mi pasado viaje a Etiopia, en el bullicioso mercado de Dimeka, en el territorio Hamer, lugar de mi anterior encuentro con ella y con la foto de ella en la mano, con el objetivo de localizarla y obsequiarle la fotografía que quiso hacerse conmigo 6 años atrás.
Recorriendo el mercado con la foto en la mano fui enseñado a la gente que se amontonaba en el, por si la conocían, despertando la curiosidad de toda la gente a la que se la enseñaba, hasta el punto que una mujer me llevo ante ella.
Fue un encuentro especial, frio y cálido a la vez, la situación personal le había cambiado bastante durante estos años y su cara así lo demuestra, pero así y todo y después de los años se acordó de mi y eso me motivo, para seguir el contacto con ella a través de otros viajeros que van hacia la zona, intentándole demostrar mi proximidad en la lejanía.
Cada vez que me siento en el sofá de casa y miro hacia enfrente, me encuentro con una calabaza, que guardo como un verdadero tesoro, un obsequio que Kenet me quiso regalar antes de marchar y esta pequeña calabaza, se ha transformado en un hilo de conexión directo con ella y con todo lo el maravilloso mundo que la rodea.