Viajar a Etiopía y el sentido del oido (3). Por Xavier Gil

DE LA ALEGRÍA DE LOS NIÑOS EN TODO EL PAÍS, A LAS CELEBRACIONES DEL DONGA DEL PUEBLO SURMA

Viajar por Etiopía, es como realizar un viaje constante por dentro de una gran escuela, repleta de niños de todas las edades y etnias, que te van apareciendo por todas partes, con una gran sonrisa de oreja a oreja , sonrisas que no dejan de acompañarnos, siendo uno de nuestros mejores aliados durante todo todos los días de viaje. ¡Farengi, Farengi, Farengi! Es el vocablo utilizado por todos ellos para llamar a todos los extranjeros, una evolución fonética de la palabra extranjero en inglés “foreign” que se la han hecho suya y que a día de hoy se ha transformado en el grito de guerra de todos ellos a nuestro paso, viajemos por donde viajemos del país.

El acceder a una escuela rural, es el darse cuenta de las carencias enormes, con que estos pequeños han de afrontar su aprendizaje, pero eso no hace perder sus ansias de jugar, saltar, cantar y aprender.

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Un cantico rítmico y pausado, nos llama la atención, en medio del revolotear de cientos de pequeños que girar a nuestro alrededor, clavándonos en nuestro cerebro, su tan utilizado y reiterativo “Farengis”. Llegamos hasta la entrada de un aula desvencijada, sin puertas ni ventanas, casi sin paredes, desde donde fluye ese piar, de decenas de pajarillos, que con sus dulces voces, nos dan la bienvenida a su escuela, todos al unísono como reclamando la comida diaria a su maestra, una mujer enorme, la cual parece dirigir a su orquesta, con un dominio total de la situación.

Viajando por Etiopía, te encuentras lugares recónditos y alejados de la Etiopía más evolucionada, lugares en donde vuelves a la esencia del que en un momentos de nuestra historia fuimos, en donde la principal preocupación, está en sobrevivir en un mundo hostil y cada vez más amenazado, por la evolución de un mundo sin sentido que ataca constantemente sus ya frágiles raíces.

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Uno de estos territorios, son las tierras del pueblo Surma, situado al sudoeste del país, fronterizo con Kenya y Sudán del Sur. Un pueblo, el Surma, compuesto por rudas mujeres y fieros guerreros, los cuales durante siglos han mantenido toda su esencia cultural y una vida tribal, basada en la subsistencia dentro de un entorno totalmente hostil, en el cual tan sólo los animales o los hombres más fieros pueden sobrevivir.

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El Donga, és un símbolo distintivo de los hombres Surma, una fina pero contundente vara de madera de más de 2 metros de largo, que se transforma en una extremidad más de ellos, ya que no la dejan alejada de ellos en ningún momento. Donga también es el nombre que se le da, a una tradicional pelea que se celebra por distintos motivos. En ella participan un gran número de guerreros, en donde se enfrentan a bastonazos ante un número similar de contrincantes, estos pueden ser de la misma comunidad o de otros pueblos vecinos, con los cuales por algún tipo de motivo hay que solucionar una afrenta personal o disputa, y el Donga es la solución.

El lugar donde se celebra el Donga, es como encontrarse en medio de un auténtico campo de batalla, supongo que parecido al que se debieron encontrar los exploradores ingleses, cuando en el siglo XIX, profundizaron por estas tierras en buscar de grandes descubrimientos.

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Una experiencia brutal por muchos sentidos, por la propia brutalidad del acto en sí y por lo brutal de la vivencia de encontrarte rodeado por más de 1000 guerreros Surma, con unos ojos encendidos de sangre, gritando y apaleando a golpe de Donga a diestro y siniestro.

Un verdadero caos envuelve la situación, multitud exaltada, envuelta por una gran polvareda y animando a voces a cada uno de sus pupilos, los cuales se encuentran en grupos, peleando en el centro de un gran círculo formado por todos los participantes. El crujir de los Donga al golpearse entre ellos, se confunde con el crujir de los huesos y las carnes abiertas en canal de los contendientes, los cuales no paran de sangrar por todas las brechas abiertas a causa de los tremendos golpes ocasionados por sus contrincantes, mientras, esporádicamente resuenan ráfagas de disparos al aire, surgidos de los numerosos Kalashnikov que hay por la zona y que con su eco se repiten por el espacio, perdiéndose en la lejanía de estas altas montañas y provocando estampidas espontaneas de grandes grupos de guerreros, como si una gran manada búfalos espantados huyera de un posible peligro, pero el cual no sabe dónde ubicar.

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